Pensemos y Actuemos como Misioneros
- Diario ipuc
- 13 oct 2017
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Es muy frecuente que los cristianos admiremos a los misioneros y deseemos seguir su ejemplo. Tenemos la impresión que el trabajo que hacen es especial y que sería muy bueno tener la oportunidad de imitarlos.
Sin desconocer la importancia del trabajo que realizan estos siervos de Dios, quiero invitarles a que nos comportemos como verdaderos misioneros, reconociendo que es Dios quien nos ha encargado un trabajo de tanta responsabilidad.
LA TAREA DE LA IGLESIA
No escapa a ningún lector de las Sagradas Escrituras el hecho de que Dios está dispuesto a salvar a la humanidad y es por eso que “de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16).
En el capítulo 12 del libro de Génesis, Dios hizo una promesa a Abraham: “en ti serán benditas todas las familias de la tierra”, y Pedro en su discurso cuando el cojo fue sano, hace referencia a esta promesa (Hechos 3: 17-26), diciendo que a ellos (los judíos) primeramente como hijos de los profetas les había sido enviado Jesucristo para que los bendijese, y Pablo, en su carta a los Gálatas nos dice que en Cristo Jesús, la bendición de Abraham nos ha alcanzado a los gentiles (Gálatas 3:6-14)
Ahora bien, el apóstol Pablo nos aclara en su carta a los Efesios que Dios decidió, en Cristo Jesús, eliminar la pared de separación que existía entre los gentiles y los judíos y hacer de los dos un solo pueblo. En el capítulo 2, versículos 11 al 22, se nos dice, entre otras cosas, que nos ha reconciliado a ambos en un solo cuerpo por medio de su muerte en la cruz; que la hostilidad que había entre nosotros y ellos fe destruida; que todos tenemos acceso al Padre por el Espíritu Santo; que somos miembros de la familia de Dios, y que ahora constituimos su templo, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo JESUCRISTO.
Pero es a ese templo, la Iglesia, a quien se le ha dado la tarea de dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y potestades en los lugares celestiales. (Véase Efesios 3: 1-12)
Y así, Dios ha dispuesto en su Palabra que el plan de salvación debe ser ejecutado por su iglesia (sus seguidores), de la cual él es su Señor y Salvador. En Mateo 16:18, Jesucristo les menciona a sus discípulos que sobre la declaración de Pedro –tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente –él edificaría su iglesia, y que las puertas del infierno no prevalecerían contra ella, dando a entender que:
Él es el fundamento de la iglesia
Él es el constructor de la iglesia
Él es el propietario de la iglesia
Su Iglesia avanzaría victoriosa contra las fuerzas del mal.
Nos queda claro, entonces que el plan de Dios es establecer su reino (gobierno espiritual de Dios en la vida de los creyentes) a través de su iglesia; que la tarea que le compete a ella es trascendental.
Así las cosas, la iglesia tiene la misión de penetrar el reino de Satanás para establecer el reino de Dios. Miremos el relato que nos hace Pablo en Hechos 26: 12-18, sobre su conversión, donde nos dice que Dios le anunció que su misión era ir a los gentiles “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados”.
Y por supuesto, para esa ingente tarea, Jesucristo prometió el Espíritu Santo. En cada pasaje del Nuevo Testamento en el que se ordena la gran comisión, se nos habla de la promesa del mismo: Mateo 28:18-20; Marcos 16:15-18; Lucas 24:47-49; Juan20:21-22 y Hechos 1:8. Nunca será posible llevarla a cabo sin el poder que nos da el Espíritu de Dios.
NUESTRO PAPEL EN LA OBRA MISIONERA
Permítanme hacer una precisión: Cuando cruzamos fronteras geográficas, culturales, sociales, idiomáticas y de cualquier otra índole para establecer el reino de Dios, estamos haciendo misiones, por lo que debemos pensar y actuar como misioneros. Además, se le llama obra misionera a todas las actividades que ejecutamos para lograrlo.
Siendo esto así, he aquí algunas cosas que podemos hacer para pensar y actuar como misioneros:
Adoptemos un estilo de vida que proclame a Jesucristo. Nada habla mejor de la obra de Dio que nuestras acciones, nuestros hechos y nuestra forma de expresarnos.
Compartamos en forma natural el evangelio, especialmente con las personas que nos conocen. Muy pocas personas desearán escuchar hablar de Jesús a un
Roguemos a Dios que nos dé compasión por las personas que no lo conocen. Jesús la sentía por aquellos que estaban a su alrededor.
Clamemos permanentemente por los hombres y mujeres que se han dedicado a predicar este mensaje en todo el mundo y pidamos al Señor que envíe obreros a su mies, mencionando lugares específicos. Hagamos nuestra propia lista de oración.
Interesémonos por las personas nuevas que visitan nuestra congregación. Atendámoslas y mostrémonos amigables con ellas.
Alentemos a quienes trabajan en la obra de Dios. Una palabra oportuna o una acción en el momento adecuado puede ser de mucha ayuda a quienes sirven al Señor.
Procuremos que otros se interesen en la obra misionera, compartiendo y animándoles a trabajar en ella.
Estudiemos y leamos permanentemente sobre misiones. Hay muchos libros que serán de inspiración.
Ofrendemos confiando en la provisión de Dios. Íntimamente hagamos una promesa de fe (no un voto) y pidamos al Señor que nos provea. Si él no nos provee, no daremos la ofrenda propuesta.
Responsabilicémonos por alguna actividad misionera (culto de barrio, REFAM, cuto de niños en un barrio, visitación, grupo de oración, etc. etc)
A MANERA DE CONCLUSIÓN
Quiero concluir transcribiendo una oración que escribí hace un tiempo y que puede ser de inspiración:
SEÑOR, QUIERO SER UN MISIONERO
Padre celestial, tu Palabra nos ordena predicar el evangelio en todo el mundo a toda criatura, y yo quiero ser obediente a ella. Por eso te ruego que me ayudes a entender claramente mi papel en la obra misionera; que comparta el mensaje de salvación a los perdidos; que me ayudes a clamar por quienes lo predican; que sienta compasión por los almas que no te han conocido; que me interese por las personas que nos visitan en la iglesia; que tenga una voz de aliento para los que trabajan en tu obra; que procure que otros se interesen por las misiones; que ofrende confiando en tu provisión; que nunca me canse de aprender sobre misiones y que continuamente ruegue por obreros. En fin, Señor, quiero ser un misionero.
Por último, si quieres que vaya al campo, estoy dispuesto a ir; pero si deseas que desde aquí apoye el trabajo misionero, con gusto me quedo.
Padre, ayúdame a amarte, adorarte y servirte.
Celestino Forero Peralta
FUENTE: http://www.misionesextranjeras.com/pensemos-y-actuemos-como-misioneros-rev-celestino-forero/
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